1º Reyes 5:4 “Ahora el Señor, mi Dios me ha dado paz por todas partes, pues no hay adversarios ni males que temer”.
El reinado de David fue un tiempo en el que se derramó muchísima sangre debido a todos los conflictos y guerras que tuvieron durante décadas. Por el contrario, el reinado de su hijo Salomón disfrutó de paz, éxito y prosperidad.
Debido a esa inmensa estabilidad, el rey Salomón tuvo el privilegio de construir el primer templo en la Tierra para el Dios Eterno.
Salomón sabía perfectamente que la paz que experimentó su reino no procedía de su sabiduría o de los acuerdos realizados con otros reyes, fue Dios mismo el que se encargó de ofrecerle paz y quitar de en medio a todos sus adversarios.
Es Dios el único que puede darnos la paz que sobrepasa todo entendimiento, es Dios el que sostiene en sus manos a la vida de cada uno de nuestros enemigos. Entender la soberanía de Dios nos permite descansar y vivir plenamente confiados, sabiendo que nunca se dormirá el que nos guarda.
Lamentablemente mientras nos encontremos viviendo en este mundo caído no podremos disfrutar de una absoluta paz, ya que siempre estaremos rodeados de enemigos debido al pecado y la maldad de los seres humanos. Pero la buena y maravillosa noticia que nos ofrece el evangelio es que cuando crucemos la frontera de la muerte viviremos por toda la eternidad en un reino de paz en el que ya no tendremos enemigos, ni conflictos. Qué alegría para el corazón saber que habitaremos por siempre en el reino de Dios.