2º Reyes 4:30 “La madre del niño dijo: ¡Vive el Señor y vive tu alma, que no te dejaré!”
Esta sunamita fue la mujer que no enterró el cadáver de su hijo, sino que por el contrario buscó a Eliseo el profeta para que viniera hasta su casa y orará a Dios. La actitud, el coraje y la fe de esta mujer me recuerda a la noche intensa e inolvidable que pasó Jacob luchando en Peniel por la bendición de Dios. Tanto la sunamita como Jacob se trabaron con Dios y dijeron: “no te dejare”.
Nosotros no podemos torcerle el brazo a Dios, ni tampoco vamos a conseguir el resultado de nuestras oraciones debido a nuestra insistencia ya que, Dios en su soberanía, siempre realizará su buena, agradable y perfecta voluntad. Pero algo de lo que estoy convencido es que a Dios le gusta ver este tipo de actitud en cada uno de sus hijos. Dios desea que seamos activos y no pasivos, Dios prefiere ver a sus hijos clamando, insistiendo y luchando en oración que vernos medio dormidos, con indiferencia y cruzados de brazos.
Despierta, deja las distracciones y los pasatiempos inútiles que te roban las bendiciones que Dios tiene para tu vida. Pelea para apropiarte de todo aquello que te corresponde como hijo de Dios. Pelea para abrazar las bendiciones, los sueños y las promesas que Dios quiere entregarte. Dile al Señor cada día en tu lugar de oración: “no te dejare” hasta que no me bendigas. Quítate el pijama de la comodidad, lucha, persevera, busca a Dios en oración y no pares hasta que recibas en tu corazón algo que venga directamente del cielo.