Filipenses 1:21 “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”.
La carta a los filipenses fue escrita por el Apóstol Pablo mientras se encontraba preso en la ciudad de Roma. A pesar de las circunstancias adversas que estaba atravesando y todos sus padecimientos por causa del evangelio, este hombre escribió con el propósito de animar a los creyentes en medio de todos sus sufrimientos. Filipenses nos recuerda en varias ocasiones que aquellos que somos hijos de Dios contamos con el gozo en medio de la aflicción. A pesar de las dificultades presentes y las circunstancias difíciles debemos confiar siempre en aquel que ha prometido terminar su obra en nuestras vidas.
Todas las personas de este mundo tratan de vivir sus vidas enfocados en algo o en alguien. Todos debemos encontrar un propósito por el cual vivir. La vida que tenemos la invertimos o entregamos sobre aquello que pensamos que es lo más valioso que hay en este mundo. Algunos invierten su vida en su familia, en sus seres queridos, en sus sueños personales o quizás en obtener fama y prosperidad. El apóstol Pablo tenía muy claro que el sentido, propósito y motor de su vida era Cristo. Todo lo que hacía era por él y para él.
Los creyentes deberíamos entender que realmente la vida se trata de Cristo, de hecho, la palabra de Dios nos recuerda que Cristo es la vida. Los incrédulos tratan de exprimir al máximo la vida finita y limitada porque piensan que tras la muerte todo acabará, pero por el contrario nosotros vivimos nuestros días en el mundo para Cristo, sabiendo que cuando el corazón deje de latir, la muerte nos llevará directamente hasta los brazos de Jesús. Para los hijos de Dios la muerte es ganancia porque nos lleva a una eternidad gloriosa junto a nuestro amado Señor y Salvador.