Gálatas 3:24 “De manera que la ley ha sido nuestra guía para llevarnos a Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe”.
A través de este capítulo Pablo explicó a los creyentes los diferentes propósitos que tiene la ley de Dios sobre las personas. Lo primero que debemos entender es que la ley no fue enviada por Dios para que la humanidad se salvara a través de ella, ninguna persona jamás podrá salvar su alma del infierno realizando obras, obedeciendo los mandamientos y cumpliendo a la perfección toda la ley; esto no lo podremos conseguir porque nuestra naturaleza pecaminosa jamás nos lo permitirá.
La ley por el contrario fue enviada para ser nuestra guía o nuestro ayo, esta palabra hacía referencia a los que tenían la responsabilidad de llevar, cuidar e instruir a los niños. La ley nos muestra claramente la santidad de Dios y la pecaminosidad de los seres humanos, la ley revela el carácter y la justicia de Dios, la ley señala nuestro pecado y nos recuerda que somos pecadores y que merecemos la muerte y el infierno; la ley es realmente perfecta, pero nosotros somos imperfectos. Lo más importante que hace la ley es guiarnos hasta Jesucristo, el único que ha sido capaz de cumplir a la perfección con toda la ley.
Cuando el ser humano es confrontado con la ley, puede reconocer claramente su pecado y sí el Espíritu Santo toca su corazón podrá también reconocer que Cristo es el único y suficiente salvador. La ley es un foco que alumbra al verdadero protagonista de la salvación: Jesucristo, el hijo amado de Dios. La ley nos coge de la mano y nos lleva hasta los pies de la cruz para que podamos entender que somos libres, perdonados y justificados gracias a la obra y los méritos de Cristo.