“Y José era el señor de la tierra, quien le vendía a todo el pueblo de la tierra; y llegaron los hermanos de José, y se inclinaron a él rostro a tierra” Génesis 42:6
Tuvo que pasar más de media vida, muchísimo dolor y sufrimiento para que José por fin viera su sueño hecho realidad. Aquella visión que él recibió por parte de Dios donde todos sus hermanos se inclinaban delante de él, se cumplió en ese preciso instante. Como siempre sucede tanto las palabras, sueños o profecías que proceden de Dios y no de nuestros torpes corazones, se cumplen pase lo que pase. Si Dios realmente ha dicho o ha prometido algo, tienes que saber que más tarde o más temprano lo veremos realizado.
De la misma manera que sucedió en la historia de José cada uno de los que somos hijos de Dios tenemos una valiosa promesa atesorada en lo más profundo de nuestro interior. La Biblia muestra y habla claramente sobre la realidad del cielo, aquel lugar donde Cristo Reina junto con el Padre y donde nosotros los que hemos confiado en Jesús habitaremos por toda la eternidad.
Mientras nos encontremos en este mundo al igual que sucedió con José, tendremos que luchar, esforzarnos, sufrir y esperar. Pero recuerda que finalmente José vio su sueño hecho realidad y nosotros algún día también veremos nuestro sueño cumplido. Abrazaremos con toda nuestra pasión a nuestro amado Señor y Salvador, nos reencontraremos con muchos de nuestros seres queridos y disfrutaremos de un lugar maravilloso donde viviremos por los siglos de los siglos.
En medio del espantoso desierto que a veces tenemos que cruzar, cuando te encuentres en el fondo de una cisterna o prisionero en la cárcel no olvides jamás la promesa que tenemos de estar con Cristo en el cielo. La Esperanza que ofrece el Glorioso Evangelio es el ancla que nos mantiene firme en medio de todas nuestras pruebas y tribulaciones.