Jeremías 36:2 “Toma un rollo en blanco y escribe en él todas las palabras que te he hablado”.
Dios pidió que todas las profecías que le había dado a Jeremías durante años, fuesen escritas en un libro para que el pueblo meditara en ellas, y, sobre todo, tuviesen en cuenta cada una de sus exhortaciones y advertencias. Es importante señalar que, las palabras que quedaron registradas en ese libro, procedían directamente del corazón de Dios. Este acontecimiento ilustra y nos muestra la manera cómo se creó a lo largo de muchos siglos la Biblia. Dios habló a cada uno de sus siervos, y ellos escribieron con fidelidad cada una de las palabras que recibieron.
Todo el proceso de composición de las Sagradas Escrituras, estuvo controlado y gobernado por la persona del Espíritu Santo. Los hombres no escribieron lo que quisieron o lo que ellos opinaban. Podemos estar completamente seguros de que todas las Escrituras han sido inspiradas por Dios. Por ese motivo, podemos confiar y descansar que cada frase, palabra, e incluso cada letra que tenemos en nuestra Biblia, es la palabra inerrante y eficaz del Dios eterno para la humanidad.
A lo largo de la historia, en todas las generaciones se ha tratado de destruir la Biblia, pero nadie jamás lo ha conseguido ni lo conseguirá, porque ese libro está protegido por Dios mismo. No somos conscientes del tesoro tan valioso que tenemos en la Biblia. Todo lo que necesitan nuestras almas lo podemos encontrar en su interior. Y, lo más importante, a través del estudio de las Escrituras, podemos conocer a Jesucristo nuestro amado Señor y Salvador. Ama, protege, valora, estudia, obedece y comparte la palabra de Dios, porque el mensaje y los consejos de ese libro, es lo que necesitan cada una de las personas que habitan en este mundo.