Juan 21:9 “Al descender a tierra, vieron unas brasas con un pez encima, y pan”.
En el último capítulo del evangelio de Juan se nos muestra como Jesús apareció a todos sus discípulos mientras ellos habían regresado a la pesca, y la hermosa restauración que el Señor realizó especialmente en el corazón de Pedro. En estos momentos Pedro se sentiría la persona más miserable del planeta tierra. Aún resonaban en su mente cada una de las negaciones que realizó en el patio. Pedro no podía olvidar la mirada de amor de Jesús mientras él gritaba delante de todos: ¡¡os juro que no lo conozco!!
Jesús después de resucitar podría haber exhortado, disciplinado o incluso expulsado a Pedro del grupo de los discípulos, pero sin embargo el Cristo glorificado recibió a su querido amigo con un desayuno en la playa. Esta espectacular escena nos muestra la belleza del evangelio. Cada uno de nosotros al igual que Pedro fallamos y negamos al Señor constantemente. Pero Dios que es grande en misericordia cada vez que pecamos nos recibe y nos restaura con su amor y con su gracia.
A todos aquellos que somos torpes, débiles y pecadores Dios nos recibe con un desayuno en la playa. El Señor desea transformar nuestro corazón y restaurar nuestras vidas. Él al igual que el padre del hijo prodigo recibe a los pecadores con amor y con gozo. No olvides jamás que por mucho que le falles al Señor el desayuno siempre estará preparado para aquellos que somos hijos de Dios. Como dice la palabra, “nuevas son cada mañana sus misericordias”, así que cada vez que falles, peques e incluso niegues al Señor corre hacia Cristo arrepentido y Él te abrazará y te recordará que te ama con un amor eterno.