Juan 2:2

Juan 2:2 “Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos”.
 
Este pasaje es conocido por ser probablemente uno de los primeros milagros públicos que realizó Jesús durante su ministerio aquí en la tierra. Todos hemos escuchado hablar del momento cuando Jesús al final de la fiesta convirtió el agua en vino. Además no era un vino normal, sino uno que tenía un sabor espectacular. Pero a través de este devocional quiero que meditemos sobre otro detalle curioso que aparece en esta escena. Al leer sobre esta boda siempre me ha llamado la atención que no se dice absolutamente nada acerca de los novios. No sabemos de dónde eran y ni siquiera se mencionan sus nombres.
 
Normalmente en las bodas todo gira alrededor de los novios, ellos son el centro y los protagonistas de la fiesta, pero por el contrario en esta boda el centro y el protagonista no eran ellos, sino Jesús. Personalmente creo que así deberían ser todas las bodas. Para que un matrimonio comience bien lo más importante es que el primer invitado sea Jesús. Por encima de los trajes, del lugar, de la decoración, la comida y de todos los detalles que hay en una boda, lo imprescindible es que Jesús esté presente paseando por la ceremonia.
 
En una boda debemos darle la gloria a aquel que inventó el matrimonio, debemos adorar a Aquel que hizo posible que el novio se conociera con la novia. El Señor no sólo convirtió el agua en vino, sino que además en cada boda que se celebra en el planeta Tierra, el Señor convierte a dos personas en una sola carne hasta que la muerte los separe. Mientras Jesús esté en medio de un matrimonio podrá faltar el vino, el dinero o la salud, pero jamás faltará el gozo, la paz y el amor de Dios. Dejemos que Jesús sea el protagonista de nuestros matrimonios y de nuestros hogares desde ahora y para siempre.