Juan 7:38

Juan 7:38 “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva”.
 
Jesús, el último día de la fiesta de los tabernáculos, en medio de una gran multitud, expresó estas maravillosas palabras. Él estaba haciendo referencia al Espíritu que recibirían todas las personas que creyeran en Él desde ese momento y a lo largo de todos los siglos. El Espíritu Santo no había venido a morar al interior de los cristianos porque Jesús aún se encontraba realizando su ministerio terrenal y no había sido glorificado. Pero Jesús compartió esa promesa y dijo que cuando esa persona estuviera con nosotros, de dentro brotarían ríos de agua viva.
 
La buena noticia es que ese tiempo ya vino y es precisamente el tiempo que los creyentes estamos viviendo en estos momentos. Después de la muerte, resurrección y ascensión a los cielos, Cristo envió a la persona del Espíritu Santo para morar en el interior de todos aquellos que confiesan y confían en Jesús como el único y suficiente Señor y Salvador de sus vidas. Qué hermoso es saber que ahora todos aquellos que contamos con el Espíritu Santo estamos llenos y saciados por su dulce presencia.
 
Cada hijo de Dios es un río o un manantial de gozo, de paz y de vida. Nosotros tenemos el agua y la vida que las personas de este mundo necesitan. Antes nuestras almas estaban completamente sedientas y por ese motivo teníamos que beber de cada uno de los pozos que nos ofrece este mundo. Pero ahora en nuestro interior habita la tercera persona de la trinidad. No solo estamos llenos y saciados, sino que además podemos ser de bendición para todos aquellos que nos rodean. Qué bendición experimentar la presencia del Espíritu Santo en nosotros y poder ser instrumentos en las manos de Dios para llevar el agua de vida a todos aquellos que viven sedientos en el desierto de este mundo.