Levítico 4:3

Levítico 4:3 “Si el sacerdote ungido pecare según el pecado del pueblo, ofrecerá a Jehová, por su pecado que habrá cometido, un becerro sin defecto para expiación”.

Dios instruyó a los sacerdotes sobre qué ofrendas debían entregar las personas de su pueblo a causa del pecado. Era distinta la ofrenda cuando el pecado lo cometía un sacerdote, una persona de Israel, uno de los jefes o cuando pecaba todo el pueblo. Por medio de esta enseñanza podemos ver cómo el pecado siempre trae consecuencias. Todo el mundo debe pagar por sus pecados, y la forma de expiarlos era derramando la sangre de un animal inocente.

En este mundo caído y corrupto vemos como muchas veces las personas se libran de las consecuencias de sus fechorías y maldades. Muchos no pagan lo que deben ante la justicia porque se aprovechan de los favores que les ofrece su fama, su clase social, el poder o la gran influencia que tienen en la sociedad. Pero todo esto con Dios no será posible, porque Dios jamás hace acepción de personas.

Algún día no muy lejano, todos, sin distinción tendremos que presentarnos delante del Juez Santo para rendir cuentas y dar explicaciones por lo que hemos realizado a lo largo de nuestras vidas. Todas las almas que han pasado por el planeta Tierra serán juzgadas por el Rey de Reyes y el Señor de Señores.

En la antigüedad, los israelitas podían ofrecer diferentes ofrendas para cubrir y expiar sus pecados. Pero al final, toda ofrenda apuntaba única y exclusivamente a la bendita persona de Jesucristo. La obra de Jesús en la cruz apacigua y satisface la ira que el Dios tres veces Santo siente hacia nosotros y nuestros pecados. Asegúrate que tu vida y todos tus pecados han sido cubiertos con la hermosa sangre de Cristo para que el día del juicio final puedas ser declarado justo, santo e inocente por Dios.