Lucas 11:2 “Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”.
Me resulta muy curioso y me llama la atención ver como la gran mayoría de nuestras oraciones giran alrededor de nosotros, de nuestros deseos y necesidades. Si grabáramos algunos de nuestros momentos de oración nos sorprenderíamos al ver la cantidad de cosas que pedimos para nosotros. Con mucha facilidad, caemos en el error de usar el medio de la oración de manera egocéntrica. Pensamos que orar es colocar a Dios a nuestra disposición para pedirle todo lo que se nos antoje.
Al igual que hicieron los discípulos con Jesús, creo que nosotros también tenemos que pedirle al Señor que nos enseñe a orar correctamente y de manera más eficaz. Si analizamos las primeras palabras del Padre Nuestro, podremos ver claramente cómo la oración que agrada a Dios es la que apunta hacia su nombre, su reino y su voluntad. Nosotros oramos pensando en nuestro nombre, nuestro reino y nuestra voluntad. Necesitamos orar teniendo mucho más presente a Dios y su reino. Deberíamos pedir cosas que estén alineadas con su reino y sobre todo que, lo que pidamos sea algo que sirve para la extensión de su reino.
No es lo mismo pedir por un trabajo, que pedir que, a través del trabajo, el Señor nos use para predicar el evangelio. No es lo mismo pedir por una casa, que pedirle al Señor que nuestra casa sea un lugar para su obra. No es lo mismo pedir por una pareja, que pedirle al Señor una ayuda idónea con la que poder servirle. No es lo mismo pedir dinero para gastarlo en nosotros, que pedir dinero para invertirlo en el reino de Dios. Te animo a que medites en todo esto y que a partir de hoy trates de orar buscando en todo momento su nombre, su reino y su voluntad.