Lucas 23:4 “Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la gente: Ningún delito hallo en este hombre”.
Tras varios interrogatorios y diferentes juicios, el gobernador Poncio Pilato reconoció públicamente que no encontró nada por lo que acusar a Jesús. Los religiosos deseaban señalar errores y pecados en la vida de Jesús, pero no lo consiguieron. Entre todas las personas que vieron o escucharon a Jesús absolutamente nadie pudo decir algo malo acerca de él. Si por el juicio hubieran pasado todos los vecinos de Nazaret que lo conocían desde su niñez, ninguno de ellos podría haber señalado un sólo error en su vida.
Ésto es realmente impresionante. Jesús, en treinta y tres años, jamás cometió un pecado, de su boca nunca salió una mala palabra, nunca dijo una mentira, en su corazón no hubo lujuria, codicia o rebeldía. Siempre fue obediente a sus padres. Jesús fue completamente perfecto. Ni Pilato ni nadie sobre la faz de la tierra pueden hallar delito o pecado en la persona de Jesús. Por el contrario, es muy fácil encontrar errores, malas actitudes y pecados en cada una de nuestras vidas.
Ésto nos recuerda la maravillosa realidad del evangelio. Nosotros somos malos, pecadores e injustos, pero Jesús es bueno, santo y justo. Aquel que no cometió ningún delito, en la cruz del Calvario cargó con todos los delitos de la humanidad. Jesús voluntariamente, por amor y obediencia al Padre, se hizo pecador para salvar a un pueblo. A través de la muerte y resurrección de Cristo, nosotros nos apropiamos de todos sus méritos. Ahora contamos con una nueva identidad, ya no tenemos ningún delito porque la vida perfecta de Jesús ha sido puesta a nuestra cuenta por medio de su justificación.