Nahúm 3:7 “Todos los que te vean se apartarán de ti y dirán: ¡Nínive ha quedado desolada!”.
El libro del profeta Nahúm termina mostrándonos el juicio y las terribles consecuencias que experimentó la nación de Nínive debido a sus pecados. Su destrucción fue algo inmenso y muy vergonzoso. Aunque Nínive sufrió la derrota a manos de otra nación, su juicio fue finalmente decretado y orquestado por Dios. El tiempo de la paciencia, la gracia y la misericordia llegó a su final. El Señor entregó a Nínive el castigo justo que ellos merecían.
Cuando leemos en el Antiguo Testamento acerca de la ira y los juicios de Dios no debemos pensar que eso fue algo que sucedió solo en la antigüedad, ni tampoco podemos creer que el Dios del antiguo pacto es diferente al Dios del nuevo pacto. Dios ES DIOS, Él no cambia según los tiempos o las circunstancias, el Señor es inmutable y Él en pleno siglo XXI sigue enojándose con los malvados pecadores que se rebelan contra su perfecta y divina voluntad. Todos estos acontecimientos nos recuerdan que algún día no muy lejano los seres humanos seremos juzgados por nuestros pecados.
No hay nada más terrible que experimentar el juicio divino y recibir el justo castigo que merecemos. La eternidad que les espera a los pecadores debería motivar a las personas a correr hacía Dios en arrepentimiento y fe. Las Escrituras nos recuerdan que “nuevas son cada mañana sus misericordias”. No importa todo lo que hayas realizado a lo largo de tu vida, si hoy corres hacia Cristo, podrás recibir su abrazo y el perdón de todos tus pecados. La única manera que tenemos de librarnos del castigo eterno que merecemos es confesar a Jesús como nuestro único y suficiente Señor y Salvador. Jesús dijo “el que a mí viene no le echo fuera”, así que si en este día reconoces que eres pecador, busca a Jesús y serás salvo.