El salmo 40 representa de una forma muy visual cómo es la condición del hombre antes y después de conocer a Dios. Aquellos que hemos tenido un verdadero encuentro con la persona de Cristo hemos comprobado la enorme diferencia, entre vivir prisionero en uno de los pozos de este mundo, a la libertad y seguridad que solo ofrece la roca firme.