Romanos 12:1 “Por lo tanto, hermanos, os ruego por la misericordia de Dios que os presentéis vosotros mismos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios. Este es vuestro auténtico culto”.
Desde que los seres humanos perdimos la relación directa y personal con el Creador en el huerto del Edén hemos tratado de acercarnos a Dios a través de las religiones. Las personas prefieren inventar diversos sistemas de normas y obras para calmar nuestras conciencias y hacernos creer que estamos bien con Dios. Todos llevamos un religioso en lo más profundo de nuestro corazón. Todos creemos que haciendo cosas podemos agradar a Dios y obtener Su favor.
Los judíos llevan miles de años siendo prisioneros de las leyes, las ceremonias, los rituales y sobre todo los sacrificios. Ellos prefieren realizar obras externas y sacrificar animales antes que dejar que Dios ocupe el trono de sus corazones. El apóstol Pablo dejó muy claro que el verdadero sacrificio que agrada a Dios no son animales muertos sino nuestra propia vida. Somos nosotros, nuestro amor y nuestra obediencia lo que Dios realmente busca. De la misma manera nosotros los cristianos también tenemos que tener muchísimo cuidado para no cambiar la relación por la religión.
Es muy fácil caer en el mismo terreno que los judíos y el resto de las religiones del mundo. Podemos pensar que Dios quiere que hagamos nuestro devocional, oremos unos minutos, entreguemos ofrendas, cantemos y asistamos a la iglesia. Todo esto sin un corazón rendido a Dios no tiene ningún sentido. Dios no está interesado en las cosas que nosotros podemos hacer, Dios está interesado en nosotros. Dios no busca cosas externas, Él al igual que cualquier novio lo que desea es el corazón de la novia. Presenta cada día tu vida en obediencia y amor y ese será tu verdadero culto al Señor.