Romanos 8:30

Romanos 8:30 “Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó”.
 
En ocasiones pensamos que nuestra salvación comenzó en el momento en el que nos presentaron el evangelio y tomamos la decisión de entregar nuestras vidas a Cristo. Pero teológicamente esto no es correcto, la Biblia muestra claramente que nuestra salvación comenzó en la eternidad pasada. Esto es algo asombroso que escapa a nuestras mentes finitas y limitadas. Dios antes de crear el universo con el poder de Su palabra ya había pensado en cada uno de aquellos que formaríamos parte de Su pueblo.
 
Dios nos amó con un amor eterno, por ese motivo nuestra salvación comenzó en el instante de la predestinación. Dios predestinó a un grupo especifico y limitado para salvarlos por pura gracia. Dios no es injusto, sino que por el contrario es absolutamente misericordioso, ya que Él no tenía por qué salvar a nadie. A los que el Señor predestinó en su amor los llamó en un momento específico a través del poderoso mensaje del evangelio. Cuando el Espíritu Santo llama a un pecador de manera eficaz, vence su resistencia y transforma su corazón a través de la gracia irresistible. 
 
Todos aquellos que han sido buscados y llamados, fueron justificados por Cristo en la cruz del calvario. Jesús pagó por todos los pecados de sus escogidos. Hemos sido perdonados, ahora somos libres del pecado, del diablo y de la muerte. En Cristo tenemos una nueva identidad, somos hijos de Dios desde ahora y para siempre. El último paso en todo el maravilloso proceso de la salvación será cuando tras la muerte nuestros cuerpos sean glorificados. Estas son las maravillosas verdades sobre las que tenemos que meditar para que nuestra alma disfrute y celebre que somos salvos por gracia y amados desde la eternidad pasada y hasta la eternidad futura.