¿Cómo, pues, se justificará el hombre para con Dios? ¿Y cómo será limpio el que nace de mujer? Job 25:4
Estas son dos excelentes preguntas que podríamos hacerle a cualquier persona que aún no sea cristiana. El hombre no tiene ni puede hacer absolutamente nada para poder presentarse delante del Dios tres veces Santo y ser aceptado. Todas nuestras capacidades y todas nuestras «buenas» obras no sirven de nada porque todo esto procede de un corazón pecaminoso.
Todos los que hemos nacido del vientre de una mujer traemos el pecado en lo más profundo de nuestro ser. Desde Adán, el hombre y la mujer vienen inclinados hacia el pecado y la maldad. Como diría el Rey David: «en pecado me concibió mi madre».
Así que esta es la triste y la cruda realidad. No podemos hacer nada y además somos pecadores delante de un Dios airado. La excelente y maravillosa noticia que tenemos es que en el Evangelio podemos encontrar la solución a nuestro terrible problema. Jesucristo el Justo ha nacido de una mujer pero no de un hombre, por ese motivo él viene SIN pecado, él ha llevado la vida de obediencia que nosotros no hemos podido llevar y por último voluntariamente y por amor ha cargado con todos nuestros pecados.
Todo aquel que clama, se arrepiente, confía y confiesa a Jesús como Señor y Salvador es justificado y tiene paz para con Dios. Cristo recibió la ira y el castigo que tú y yo merecíamos para nosotros ser abrazados y besados como hijos. En este nuevo día deseo que puedas disfrutar de las verdades esenciales y fundamentales del cristianismo como es La Gracia del Evangelio.