2º Crónicas 24:10 “Todo el pueblo se gozó, trajeron ofrendas y las echaron en el arca hasta llenarla”.
El templo sufrió graves daños a causa de Atalía y para su reparación se necesitaba mucho dinero, así que se hizo un llamado a todo el pueblo para que las personas depositaran sus ofrendas en el arca. Lo interesante y hermoso es que el dinero no se dio por obligación o imposición, sino que ofrendaron desde el agradecimiento y el gozo porque sabían que cada moneda que entregaban iría destinada a la reparación del templo de Dios. Fue tanta la generosidad de los israelitas que llenaron completamente el arca de las ofrendas.
Aquellos que somos cristianos y solemos ofrendar parte del dinero que recibimos cada mes, siempre deberíamos de hacerlo con esta actitud. En ocasiones, hemos escuchado que Dios no necesita nuestro dinero y realmente es así. Por el contrario, Dios nos regala la oportunidad y el privilegio de poder colaborar con su obra y la extensión de su reino. Lo más importante y valioso es la motivación y el corazón con el que entregamos las monedas, nuestro tiempo o servicio. Dios sabe si realmente estamos ofrendando lo que no nos cuesta nada o parte de lo que nos sobra.
Que increíble sería que las arcas del Señor estén siempre llenas, y que las ofrendas que entregamos al Dios que nos amó y nos salvó sean abundantes y generosas. No vivas en el terreno de la religiosidad y de la ley, no le entregues a Dios tu diezmo, dale todo lo que puedas y más. Vive sirviendo, amando y entregando todo lo que tengas para que el Reino de Dios siga extendiéndose por el mundo y conquistando corazones a través del poderoso mensaje del Evangelio. Finalmente, recuerda siempre que Dios ha sido el primero en ofrendar y Él entregó lo más valioso que tenía, la vida de su amado hijo Jesucristo.