2º Crónicas 36:19

2º Crónicas 36:19 “Quemaron la casa de Dios y derribaron el muro de Jerusalén, prendiendo fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos de valor”.
 
El libro de Crónicas termina de una manera muy triste, la destrucción y desolación llegaron hasta la ciudad de Jerusalén, los enemigos de Israel vencieron y se llevaron a los judíos como prisioneros hasta las tierras de Babilonia. Edificar es algo costoso que conlleva tiempo y esfuerzo, pero derribar se hace en un momento y eso fue precisamente lo que le sucedió al pueblo de Dios. Toda la estabilidad, la gloria y las riquezas que Salomón y otros reyes lograron levantar, desaparecieron en un instante.
 
Dios prometió y advirtió en varias ocasiones que si el pueblo de Israel se mantenía fiel al Señor y a su voluntad, Él los bendeciría y prosperaría en gran manera, pero, si por el contrario decidían rebelarse contra el Señor para seguir a los dioses paganos sufrirían consecuencias y terminarían siendo esclavos de sus enemigos. Pues ese día llegó y millones de judíos fueron llevados cautivos a Babilonia.
 
Todo lo que les sucedió a los judíos es lo mismo que nos sucede a cada uno de nosotros cuando nos alejamos del Señor y vivimos la vida a nuestra manera. Lo que hemos edificado con esfuerzo durante años, lo derrumbamos en un sólo instante. A través del pecado, el Espíritu Santo en nuestro interior se entristece y poco a poco dejamos de sentirlo y escuchar su dulce voz. La ruina y la decadencia espiritual puede llegar a nuestro hogar si nos despistamos y coqueteamos con los ídolos de este mundo. No seamos prisioneros de la Babilonia de este mundo, recuerda que Cristo ha venido para rescatarnos, hacernos libres, bendecirnos y prosperarnos.