Daniel 4:8

Daniel 4:8 “Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia”.

Estas palabras son la conclusión de todo lo que le sucedió al rey Nabucodonosor tras el sueño personal que tuvo. El rey soñó con un inmenso árbol el cual era cortado. Cuando Daniel vino para darle la interpretación, le dijo que ese árbol hacía referencia a la grandeza y al orgullo del rey. Dios dejó tiempo a Nabucodonosor para que se arrepintiera y humillara, pero como finalmente no lo hizo, el Señor tuvo que quebrantarlo hasta convertirlo en una bestia. Cuando se vio en esa terrible condición, el rey clamó, se arrepintió y alabó al Señor.

Este misterioso acontecimiento nos muestra y recuerda el daño tan grande que hace el orgullo en el corazón de los seres humanos. Las personas, al igual que Nabucodonosor, piensan que no necesitan a Dios en sus vidas. Debido a la consecuencia del pecado tratamos de ser independientes, autosuficientes y además, nos rebelamos constantemente contra el Dios Creador. El orgullo y la soberbia nos convierte en bestias espirituales y esta actitud puede llevarnos a realizar verdaderas locuras.

Dios tuvo paciencia y misericordia durante mucho tiempo con el orgulloso Nabucodonosor, pero el día del juicio llegó. Sólo cuando el rey tocó fondo y se vio como un animal salvaje, entonces levantó su mirada al cielo para clamar al Señor. En muchas ocasiones, Dios tendrá que humillar y quebrantar el corazón del orgulloso, para que entienda que no somos nada separados del Señor. Precisamente, el milagro del nuevo nacimiento consiste en cambiar el corazón orgulloso por un nuevo corazón que busca, ama y depende de Dios. Oremos para que el Señor continue humillando y transformando a orgullosos con el poder de su palabra y el maravilloso mensaje del Evangelio.