Ezequiel 1:28

Ezequiel 1:28 “Esta fue la visión que tuve de la apariencia visible de la gloria del Señor. Cuando la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba”.
 
Ezequiel se encontraba prisionero como el resto del pueblo en Babilonia, pero de repente un día el Señor se rebeló a su vida a través de una extraña visión, donde pudo ver la gloria de Dios. En estos momentos, Ezequiel se encontraba exiliado, lejos del templo y sin ministerio. La situación era realmente terrible, pero, en medio de todo ese contexto de tristeza, Dios apareció una vez más para traer ánimo y esperanza a su pueblo.
 
En el primer capítulo, se nos describe una visión que se desarrolla en cuatro etapas: la nube, los cuatro seres vivientes, la rueda sobre la tierra y el Señor sentado en su trono. En el momento que Ezequiel entendió que estaba contemplando la gloria De Dios, no pudo hacer otra cosa que postrarse y humillarse ante la santidad y la majestuosidad del Creador. Cuando Dios nos quita las vendas espirituales de nuestros ojos, reconocemos que Dios es santo y grande y que nosotros somos pequeños y pecadores.
 
A través del libro de Ezequiel podemos ver como, a pesar de estar atravesando momentos muy difíciles, aquellos que formamos parte del pueblo De Dios, jamás debemos de olvidar que el Señor continúa reinando desde su trono. Los cristianos tenemos que recordarle a nuestra alma que Dios está siempre a nuestro lado. Aunque la visión de Ezequiel sea confusa y difícil de interpretar, lo más importante que tenemos que aprender y destacar es que el gobierno del Señor es universal y que al final los planes y propósitos de Dios se cumplirán.