Ezequiel 16:8

Ezequiel 16:8 “Entonces extendí mi manto sobre ti y cubrí tu desnudez; te hice juramento y entré en pacto contigo, dice el Señor y fuiste mía”
 
El Señor usó una alegoría para describir la historia y trayectoria de la nación de Israel. A través de esta analogía el profeta quería explicar verdades literales de la terrible actitud que el pueblo tuvo durante siglos con Dios. Israel había olvidado que ellos al principio nacieron ajenos a la gracia, moralmente depravados y enemigos de Dios. Pero el Señor en su misericordia los buscó y les dijo: ¡Vive!
 
Toda esta situación nos muestra y recuerda a la perfección cuál era el estado en el que nos encontrábamos antes de conocer al Señor. Al igual que le sucedió al pueblo de Israel, cada uno de nosotros nacimos bajo la maldición del pecado, estábamos completamente depravados, vivíamos de espaldas a Dios, aborrecíamos su voluntad y éramos sus enemigos. Pero un día, el Señor en su gracia, por amor a su nombre, decidió salvarnos.
 
Dios extendió su misericordia y con la hermosa sangre de su hijo Jesucristo cubrió todas nuestras miserias y maldades. En la cruz, el hijo nos cubrió con sus vestidos para ocupar nuestro lugar y morir desnudo en el madero. Dios ha realizado un pacto con Él mismo para guardarnos hasta que estemos en sus brazos por toda la eternidad. Aquellos que no teníamos ningún valor hemos sido rescatados y comprados con un alto precio. Celebra cada día de tu vida que estás unido a Cristo y que desde ahora y para siempre le perteneces al Señor.