Ezequiel 31:18

Ezequiel 31:18 “¿A quién te has comparado así en gloria y en grandeza entre los árboles del Edén? Pues derribado serás con los árboles del Edén en lo profundo de la tierra; entre los incircuncisos yacerás, con los muertos a espada. Esto es una referencia a Faraón y a todo su pueblo, dice el Señor”.
 
Ezequiel repasó la grandeza y caída de la nación de Asiria para confirmar que la misma destrucción sobrevendría a Egipto. Por medio de la visión de un gran árbol siendo completamente derribado, la palabra de Dios nos recuerda como todos aquellos que son altivos y orgullosos en un instante, pueden convertirse en madera para el fuego. Jamás debemos de olvidar que los grandes y poderosos hombres aquí en la tierra no son absolutamente nada sin Dios.
 
Esto precisamente, fue lo que sucedió tanto al rey de Asiria como al Faraón en Egipto. Ambos eran conocidos por sus riquezas y poder, sus reinos eran admirados y respetados por ese motivo sus corazones se llenaron de orgullo y Dios decidió quebrantarlos y humillarlos. En el tiempo del juicio toda su grandeza, sus riquezas y su poder no sirvieron para nada.
 
El corazón cuando no ha sido regenerado y transformado por el Espíritu Santo, es un corazón prepotente, arrogante y orgulloso. Así es cómo nacen todas las personas debido a la consecuencia del pecado. Pensamos que somos grandes y fuertes pero la realidad es que somos más débiles de lo que nos imaginamos. Aquellos que se sienten poderosos deberían de saber que sus vidas son como la flor del campo, la cual un día muestra toda su belleza y al día siguiente ya ha desaparecido. Los orgullosos serán avergonzados, pero los humildes experimentarán la gracia de Dios.