Isaías 1:11

Isaías 1:11 “¿Para qué me sirve, dice el Señor, la multitud de vuestros sacrificios? Estoy harto de holocaustos de carneros y de grasa de animales gordos; no quiero sangre de bueyes ni de ovejas ni de machos cabríos”.
 
El primer capítulo del libro de Isaías comienza mostrándonos el malestar y el enojo tan grande que Dios tenía con su pueblo debido al pecado y a la religiosidad falsa en la que se encontraba. Los judíos en vez de volverse al Señor a través de un arrepentimiento sincero y genuino lo que hacían era realizar sacrificios externos y superficiales que Dios aborrecía. Ellos acudían cada día al templo como si todo estuviese bien e incluso regresaban con sus conciencias tranquilas porque pensaban que a través de sus obras Dios estaba alegre y en paz con ellos.
 
El mayor problema que nos puede dar cualquier tipo de religión es hacernos creer que Dios sonríe y nos acepta a través de las obras que nosotros realizamos. De nada sirven las penitencias, las oraciones, las ofrendas, el estudio de la palabra o nuestras canciones si nuestro corazón no está rendido ante el Señor. Debemos huir de la religiosidad hueca y vacía que mata la vida espiritual y nos aleja de la dulce presencia del Señor. Como dice la palabra, Dios se agrada mucho más en la obediencia que en nuestros sacrificios. 
 
Cambia la religión por la relación. Dios desea caminar contigo y tener una relación sincera y genuina de amistad. No trates de ganar el favor de Dios a través de cosas externas y superficiales porque jamás lo podrás conseguir, más bien lo que debes hacer es arrepentirte de tus pecados y amar al Señor con todo tu corazón. Jesús ha venido a morir por nuestros pecados para reconciliarnos de nuevo con el Padre, gracias a su obra perfecta en la cruz del calvario ya no tenemos que hacer nada porque Él lo hizo todo. Corre cada día hacia el trono de la gracia y allí experimentaras el perdón, la misericordia y el amor del Señor.