Isaías 14:11

Isaías 14:11 “¡Como has caído del cielo, lucero, hijo de la mañana! Derribado has sido por tierra, tú que debilitaste a las naciones”.
 
No hay nada más terrible que la altivez, la soberbia y la arrogancia. Cuando el corazón se posiciona en ese terreno estamos completamente perdidos ya que en ese momento creemos que no necesitamos a Dios. El soberbio piensa que él mismo es su propio dios y por la tanto no necesita nada ni a nadie. Esto le sucedió al rey de Babilonia, pero muchos piensan que estas palabras pueden ser también una analogía que apunta hacia Satanás el cual deseó ser igual o superior a Dios y por su rebeldía fue expulsado del cielo para habitar en la tierra.
 
De la misma manera al inicio de los tiempos en el libro de Génesis vemos que a los seres humanos les sucedió exactamente lo mismo. Tentados precisamente por el diablo, Adán y Eva se rebelaron contra Dios porque también desearon ser iguales al Creador. Desde que el pecado entró en el mundo nuestros corazones son soberbios y arrogantes. El necio piensa, dice y afirma que no existe Dios y que además no lo necesita. El orgullo es un terrible y destructivo cáncer que solo puede ser sanado a través del evangelio.
 
El diablo cayó del cielo a la tierra, el rey de Babilonia fue quitado de su trono y cada persona que sigue hasta el final de sus días con altivez, soberbia y orgullo finalmente será enviado al infierno por toda la eternidad. Dios resiste a los soberbios y todo aquel que se exalte será humillado. No confíes en tu propia prudencia, no te creas las mentiras de este mundo y de tu propio corazón, no eres un campeón. Por el contrario, eres un pecador que necesita a Cristo como Señor y Salvador. Clama a Dios para que Él perdone todo tu orgullo y te haga ser manso y humilde como Jesús.