Isaías 39:4

Isaías 39:4 “¿Qué han visto en tu casa? Y respondió Ezequías: Han visto todo lo que hay en mi casa. No hay nada de mis tesoros que no les haya enseñado”.
 
En cierta ocasión algunos emisarios de Babilonia se presentaron en la ciudad de Jerusalén y el rey Ezequías, actuando con bastante necedad, se dedicó a mostrar todo cuanto tenía. Realmente esta acción estuvo mal porque no solo le estaba enseñando todas sus riquezas a varios de sus enemigos, sino que además su corazón en un momento de debilidad se llenó de orgullo. Ezequías llegó a pensar que todos sus tesoros y todo cuanto poseía lo había conseguido él o le pertenecía.
 
Dicen que una de las primeras palabras que suelen pronunciar los niños pequeños es “mío”. Nuestro corazón afectado e inclinado hacia el pecado nos confunde y nos hace creer que somos los dueños y señores de nuestras vidas. En muchas ocasiones podemos contemplar lo mucho o lo poco que tenemos y llenarnos de orgullo al creer que todo lo hemos obtenido por medio de nuestro esfuerzo o a través de nuestras capacidades. Jamás debemos olvidar que todo lo que tenemos procede de la mano bondadosa del Señor. Ha sido Él quien nos ha bendecido con su misericordia.
 
Vigila con mucha atención los movimientos de tu corazón, no dejes que tus labios digan con arrogancia, soberbia y orgullo “esto es mío” o “todo esto lo he conseguido yo”. Ten siempre presente al Dios invisible que te sostiene, al que te fortalece, te da la sabiduría y te prospera. Todo cuanto tenemos viene de la mano generosa del Señor, todo es de él, por él y para él. Cuando en algún momento tengas que mostrar lo que tienes o hablar de algunos de tus logros o éxitos personales trata siempre de tener presente al Señor en tus palabras y darle la gloria al único que se la merece.