Jeremías 44:5

Jeremías 44:5 “Pero no oyeron ni inclinaron su oído para convertirse de su maldad, para dejar de ofrecer incienso a dioses extraños”.
 
Esta es una de las ultimas profecías que realizó Jeremías en su ministerio. El profeta, le dijo claramente al pueblo, que vendría un severo juicio sobre todos aquellos que decidieron huir hasta Egipto buscando en aquel lugar la paz y la seguridad. Debido a la persistente idolatría, Egipto caería a manos de Babilonia. Los exiliados judíos en Egipto, no tuvieron un espíritu enseñable. A pesar de todo lo que vieron, continuaron con un corazón endurecido. Ellos, constantemente, rechazaban el arrepentimiento y esto los llevo al terreno de la decadencia espiritual.
 
De la misma manera, la gran mayoría de las personas tratan de buscar en el Egipto de este mundo lo que solo podremos encontrar en Dios. Nuestra sociedad, se rebela contra Dios y contra cada uno de sus mandamientos. Si analizas con detenimiento, podrás comprobar claramente, cómo las personas hacen exactamente todo lo contrario a lo que enseñan las Sagradas Escrituras. El ser humano, tiene el corazón completamente endurecido y no quiero oír, ni mucho menos, obedecer el consejo y los mandamientos del Señor. Creemos que vamos a ser felices en Egipto, pero se nos olvida que dentro de muy poco vendrá también el justo juicio de Dios sobre este mundo.
 
Solo cuando el Espíritu Santo transforma nuestro corazón, podemos oír, obedecer e incluso amar la voluntad de Dios para con nuestras vidas. Si eres un verdadero hijo de Dios, no seas rebelde a su voz y a sus consejos. Cada vez que el Señor te hable a través de la oración, de la palabra, o de otros medios, trata de obedecer y de ser humilde. No confíes en tu propia prudencia, no escuches a la voz de tu corazón y, sobre todo, no te dejes llevar por la corriente de nuestra sociedad. Inclina cada día tu oído al Señor, trata de oír y obedecer a su voz porque haciendo esto serás feliz y tendrás paz.