Jeremías 8:5 “Abrazaron el engaño y no han querido volverse a mí”.
El pueblo de Israel estuvo en rebeldía perpetua contra el Señor. Ellos, continuamente, apostataban cambiando al único Dios verdadero por los ídolos falsos de las otras naciones. Los judíos, abrazaban el engaño y desechaban la verdad de Dios para sus vidas. Todo esto, los llevaba a la miseria, a la decadencia espiritual y a la esclavitud. Una y otra vez tenían la oportunidad de volverse al Señor a través del arrepentimiento, pero ellos preferían vivir de espaldas a Dios y seguir con la rebeldía en sus corazones.
Las palabras de este versículo, resumen y muestran a la perfección cuál es la triste y terrible condición en la que se encuentran los seres humanos. Las personas de este mundo, prefieren mil veces abrazar el engaño del diablo y el engaño del mundo, antes que volverse en arrepentimiento y fe al Dios eterno. Lo cierto es, que, debido a nuestra condición pecaminosa, no queremos correr hacia Cristo para recibir la vida eterna. Estamos tan ciegos y somos tan necios, que preferimos seguir revolcados en el fango del pecado.
El ser humano, no puede, y, además, no quiere volverse hacia Dios. Por ese motivo, necesitamos que sea el Señor el que haga la obra en lo más profundo de nuestro corazón. Es la persona del Espíritu Santo la que quita nuestras vendas espirituales y nos regala el don de la fe y del arrepentimiento. Solo cuando el Espíritu Santo transforma nuestro corazón, podemos desechar la mentira para abrazar la gloriosa verdad de Dios.