Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío. Salmo 42:1, 2 y 11
De estas palabras obtenemos dos lecciones muy valiosas.
En primer lugar, debemos entender que el alma sólo se sacia en la presencia de Dios. Constantemente estamos tratando de llenar nuestro interior con las chucherías que este mundo nos ofrece, pero sólo el Dios vivo tiene lo que realmente necesita y anhela nuestra alma. Busca en este nuevo día con pasión e intensidad ser lleno de su presencia.
En segundo lugar, se nos recuerda algo muy sencillo, pero a la vez muy complicado para nosotros como es «ESPERAR».
En la generación más rápida de la historia el concepto de esperar no está muy de moda pero hemos de creer que en medio de la situación que estemos atravesando si esperamos en Dios en su tiempo levantaremos una nueva canción y alabaremos con gozo al Dios de nuestra salvación.